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Esta solución es recurrir a la última y más avanzada tecnología de calderas pirotubulares. En estas, el haz de tubos por donde discurren los gases de la combustión y transfieren el calor al agua, se dispone de manera vertical y el calor es transferido a un cuerpo de caldera de gran contenido en agua. Esta disposición, en combinación con la última generación de quemadores premezcla, válvulas de gas y ventiladores, consigue obtener importantes ventajas: se reducen las operaciones anuales de mantenimiento, se reduce el espacio ocupado a igualdad de potencia y, sobre todo, se consiguen ratios de modulación (que pueden alcanzar valores de 10:1 o incluso 12:1) lo que supone que la caldera puede funcionar desde tan solo un 10% de su potencia máxima, o incluso cifras menores.

Por tanto, esta solución, la utilización de calderas pirotubulares de última generación, permite eliminar la necesidad de instalar depósitos de inercia y son por tanto, una excelente opción en sistemas de calefacción nuevos o en reformas de los existentes.

Figura 1. Comparativa entre una caldera estándar de 120 kW aprox. Con un depósito de inercia de 2000 litros, y una moderna caldera pirotubular con cuerpo vertical.

Para una misma potencia, la instalación de depósitos de inercia supone incrementar hasta tres veces la superficie ocupada en la sala de calderas.

Los depósitos de inercia acumulan grandes volúmenes de agua caliente que pondrán a disposición del sistema de calefacción cuando sea necesario. Haciendo un sencillo símil, funcionan a modo de batería recargable.

Las instalaciones de calefacción demandan durante una gran parte de su tiempo de funcionamiento, solo una fracción de la potencia máxima que la caldera o calderas son capaces de entregar. Si las calderas no son capaces de proporcionar esos valores parciales, por ejemplo un 15% de su potencia, su único recurso es encenderse y apagarse de manera intermitente  y de forma continuada. Esto ocasiona una fuerte disminución del rendimiento y sobre todo, mayor consumo y emisiones nocivas a la atmósfera, además de un aumento de los tiempos de mantenimiento y de la probabilidad de que se generen averías o fallos.

Para evitarlo se ha recurrido tradicionalmente a los depósitos de inercia. Su principio de funcionamiento es simple, la caldera se encienden y calienta agua durante intervalos de tiempo más o menos largos, funcionando de manera continuada. El agua almacenada en el depósito de inercia será entregada de manera progresiva al sistema según la demanda existente en cada momento, y la caldera estará parada durante periodos de tiempo relativamente largos. Es decir, se reduce la intermitencia de su encendido y apagado.

Una ventaja adicional de estos equipos es la de ser un elemento de seguridad en sistemas basados en calderas de bajo contenido en agua (caso de las calderas acuotubulares) donde por ejemplo, una parada imprevista del quemador o bomba circuladora puede provocar el sobrecalentamiento y avería del equipo.

Sin embargo, los depósitos de inercia tienen inconvenientes importantes a la hora de diseñar una sala de calderas, pues por una parte, ocupan un espacio importante en el total de los equipos necesarios, (figura 1) , y por otra,  suponen una pérdida de energía constante debido a la radiación de calor a través del aislamiento (y por tanto enfriamiento del agua). 

A estos inconvenientes hay que añadir que su reemplazo en las instalaciones en servicio, una vez terminada su vida útil, no es siempre sencilla dadas las grandes dimensiones y pesos que alcanzan estos equipos, necesitando en ocasiones, recurrir a su desguazado in situ o a demoliciones parciales.

Pero existe una solución que permite evitar todos estos problemas, adaptando la potencia a las necesidades reales del sistema, evitando el derroche energético y consiguiendo el máximo ahorro energético, ocupando además un espacio de instalación mínimo, y simplificando al máximo las instalaciones además de optimizar su mantenimiento.

 

Para una misma potencia, la instalación de depósitos de inercia supone incrementar hasta tres veces la superficie ocupada en la sala de calderas.

Esta solución es recurrir a la última y más avanzada tecnología de calderas pirotubulares. En estas, el haz de tubos por donde discurren los gases de la combustión y transfieren el calor al agua, se dispone de manera vertical y el calor es transferido a un cuerpo de caldera de gran contenido en agua. Esta disposición, en combinación con la última generación de quemadores premezcla, válvulas de gas y ventiladores, consigue obtener importantes ventajas: se reducen las operaciones anuales de mantenimiento, se reduce el espacio ocupado a igualdad de potencia y, sobre todo, se consiguen ratios de modulación (que pueden alcanzar valores de 10:1 o incluso 12:1) lo que supone que la caldera puede funcionar desde tan solo un 10% de su potencia máxima, o incluso cifras menores.

Por tanto, esta solución, la utilización de calderas pirotubulares de última generación, permite eliminar la necesidad de instalar depósitos de inercia y son por tanto, una excelente opción en sistemas de calefacción nuevos o en reformas de los existentes.

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